Hay muchas veces que la distancia
es tan sumamente grande
que su peso no lo puede
aguantar la memoria.
Y se desborda como lágrimas que explotan desde el alma, desde lo más profundo de nuestro cuerpo, entre silenciosos y lentos minutos eternos.
Hay muchas veces que por más que lo intente, el recuerdo, el pasar de los tiempos, termina por convertirse en una lluvia de invierno que te impide ver más allá de unos pocos cercanos momentos y te cala por dentro.
Pero puedo hacer presente el hoy,
puedo acercar esos recuerdos, y que en mi reloj se haga amanecer esta noche que me atrapa con lamentos.
Muchas veces la distancia,
tristemente,
es el morir del sentimiento.
Es racó de na Xisca
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